Ostras comimos
dulces bebés azules,
doce ojos me clavaron la mirada,
mojados en limón y Tabasco.
Tenía miedo de comer este alimento paterno
y Padre rió
y tragó su martini
prístino como las lágrimas.
Era un remedio suave
que venía del mar hasta mi boca
húmedo y blando.
Tragué.
Descendió como un gran flan.
Luego comí a la una y a las dos.
Luego me reí y luego nos reímos
y déjenme tomar nota ―
hubo una muerte,
la muerte de la infancia
ahí en Union Oyster House
porque yo tenía quince años
y estaba comiendo ostras
y la niña fue derrotada.
Venció la mujer.
Anne Sexton
de La muerte de los padres
Traducción de Verónica Zondek
Oysters
Oysters we ate,
sweet blue babies,
tweIve eyes looked up at me,
running with lemon and Tabasco.
I was afraid to eat this father-food
and Father laughed
and drank down his martini,
clear as tears.
lt was a soft medicine
that came from the sea into my mouth,
moist and plump,
I swaIlowed.
It went down like a large pudding.
Then I ate one o'clock and two o'clock.
Then I laughed and then we laughed
and let me take note -
there was a death,
the death of childhood
there at the Union Oyster House
for I was fifteen
and eating oysters
and the child was defeated.
The woman won.
Video de catorce minutos dividido en dos partes.
Anne Sexton recitando en su casa, hablando sobre poesía, sobre su familia... La mayor parte de este material se muestra en público por primera vez. Subtítulos en español.
Tal vez nací de rodillas,
nací tosiendo en el largo invierno,
nací esperando el beso de la piedad,
nací con cierta pasión por la rapidez
y aún así, cuando las cosas progresaron,
aprendí pronto sobre la empalizada
y lo que se saca fuera, el gas del enema.
Por dos o tres aprendí a no arrodillarme,
a no esperar, a plantar mis fuegos bajo tierra
donde a nadie excepto a las muñecas, perfectas y terribles,
podía susurrar o dar reposo.
Ahora que escribí muchas palabras,
y revelé tantos amores, para tantos,
y he sido enteramente lo que siempre fui–
una mujer de exceso, de fervor y ambición,
encuentro el esfuerzo inútil.
¿Acaso en estos días
no miro al espejo y veo
a una rata ebria esquivando mis ojos?
¿No siento tan intenso el hambre
que moriría antes que mirarla
a la cara?
Me arrodillo una vez más,
por si acaso la piedad llegase
justo a tiempo.
Cigarettes and Whiskey and Wild, Wild Women
Perhaps I was born kneeling,
born coughing on the long winter,
born expecting the kiss of mercy,
born with a passion for quickness
and yet, as things progressed,
I learned early about the stockade
or taken out, the fume of the enema.
By two or three I learned not to kneel,
not to expect, to plant my fires underground
where none but the dolls, perfect and awful,
could be whispered to or laid down to die.
Now that I have written many words,
and let out so many loves, for so many,
and been altogether what I always was—
a woman of excess, of zeal and greed,
I find the effort useless.
Do I not look in the mirror,
these days,
and see a drunken rat avert her eyes?
Do I not feel the hunger so acutely
that I would rather die than look
into its face?
I kneel once more,
in case mercy should come
in the nick of time.
No te hagas el padre conmigo
porque no eres mi padre.
Hoy existe esa duda.
Hoy existe ese monstruo entre nosotros,
el monstruo de la duda.
Hoy es otro el que acecha en las alas
con tus líneas amadas en su boca
y tu corona en la cabeza.
Oh Padre, Padre ―dolor,
¿a dónde nos ha llevado el tiempo?
Hoy llamó alguien.
“Feliz Navidad”, dijo el extraño.
“Yo soy tu verdadero padre.”
Eso fue un cuchillo.
Eso fue una sepultura.
Eso fue un barco surcando mi corazón.
Desde las galeras escuchaba a los esclavos
gritar, húndete, húndete.
Y nuevamente escuché al desconocido
“Yo soy tu verdadero padre”.
¿Fui transplantada?
Padre, Padre,
¿dónde está tu esqueje?
¿Donde estaba la tierra?
¿Quién era la abeja?
¿Dónde fue el momento?
Un tío postizo llamó ―
ese extraño ―
y vino por mí en mi cumpleaños número cuarenta y dos.
Ahora soy una melancólica verdadera,
tan segura como un búfalo
y tan loca como un salmón.
Ilegítima al fin.
Padre,
adorado cada noche menos una,
cornudo esa única vez,
la noche de mi concepción
con ese modo frívolo,
dime, vejestorio inerte,
¿dónde estabas tú cuando Madre
me tragó entera?
¿Dónde estabas, viejo zorro
dos ojos pardos, dos infiltrados,
escondiéndose tras tu licor
blando como el aceite?
¿Dónde fui concebida?
¿En qué habitación
fluyeron esos jugos definitivos?
¿En un hotel en Boston
dorado y lúgubre?
¿Fue acaso una noche de febrero
toda envuelta en pieles
que no supo de mí?
Lo pregunto.
Me da asco.
Padre,
te moriste una vez,
conservado en sal a los cincuenta y nueve,
comprimido como un gran ángel de nieve,
¿acaso eso no fue suficiente?
Aparecer de nuevo y morírteme.
Llevarte ese hablar maníaco
esas piernas de palo de escoba, todas
esas familiaridades que compartíamos.
Sacar tu tú de mi yo.
Enviarme a los genes
de este explorador.
El me mantendrá apartada a punta de cuchillo
y cual filo de cuchillo le diré:
Extraño,
hueso a mi hueso hombre,
sigue tu camino.
Te digo que te guardes tu semen,
está viejo,
se ha convertido en ácido,
no te hará ningún bien.
Extraño,
extraño,
llévate tu acertijo.
Dáselo a una escuela de medicina
pues a mí me asquea.
Mi pérdida golpea.
Porque aquí está mi Padre,
un Santa Claus rosado
contándome el viejo cuento de Rumpelstilskin,
más grande que Dios o el Demonio.
Él es mi historia.
Lo veo de pie en el banco de nieve
la noche de Navidad
cantando “Good King Weceslas”
a las casas blancas y brillantes
o dándole a Madre rubíes para ponerse en los ojos,
roja, roja, Madre, estás roja como la sangre.
Él la levanta en sus brazos
todo escalofríos rojos y sedas.
Le grita:
¿cómo es que oso levantar a esta princesa?
¿Un hombre simple como yo
con una nariz de tiburón y diez dedos tiznados de alquitrán?
Princesa de las alcachofas,
pajarito mío
muñeca de trapo
juego de fichas
amor popular
¡dulce flancito!
Y se besaron hasta que me fui.
Hasta me aceptaban a veces en el cuadrilátero real
y en esas ocasiones él comía mi corazón partido en dos
y yo me ponía feliz.
En esas ocasiones olía el perfume del gel en su pijama.
En esas ocasiones desordenaba su rizado pelo negro
y tocaba sus diez dedos alquitranados
y me tragaba su aliento de whisky.
Rojo. Rojo. Padre, estás rojo de sangre.
Padre,
somos dos pájaros en llamas.
Registrado: 26 Dic 2001 Mensajes: 4203 Ubicación: Argentina
Publicado: Vie Ago 15, 2014 09:33Asunto:
Once años. Parece mentira lo rápido que se pasan. Y cómo. Dejo uno que tenía marcado para este foro.
COURAGE
It is in the small things we see it.
The child's first step,
as awesome as an earthquake.
The first time you rode a bike,
wallowing up the sidewalk.
The first spanking when your heart
went on a journey all alone.
When they called you crybaby
or poor or fatty or crazy
and made you into an alien,
you drank their acid
and concealed it.
Later,
if you faced the death of bombs and bullets
you did not do it with a banner,
you did it with only a hat to
cover your heart.
You did not fondle the weakness inside you
though it was there.
Your courage was a small coal
that you kept swallowing.
If your buddy saved you
and died himself in so doing,
then his courage was not courage,
it was love; love as simple as shaving soap.
Later,
if you have endured a great despair,
then you did it alone,
getting a transfusion from the fire,
picking the scabs off your heart,
then wringing it out like a sock.
Next, my kinsman, you powdered your sorrow,
you gave it a back rub
and then you covered it with a blanket
and after it had slept a while
it woke to the wings of the roses
and was transformed.
Later,
when you face old age and its natural conclusion
your courage will still be shown in the little ways,
each spring will be a sword you'll sharpen,
those you love will live in a fever of love,
and you'll bargain with the calendar
and at the last moment
when death opens the back door
you'll put on your carpet slippers
and stride out.
***
CORAJE
Es en las pequeñas cosas donde lo vemos
El primer paso del niño,
tan imponente como un terremoto.
La primera vez que vas en bicicleta,
tambaleándote por la acera.
La primera paliza cuando tu corazón
fue de viaje todo solo.
Cuando te llamaron llorón
o pobre o gordo o loco
y te hicieron un extraño,
cuando bebiste su veneno
y lo ocultaste.
Más tarde,
cuando miraste a la muerte de bombas y balas
no lo hiciste con una bandera
lo hiciste sólo con un sombrero, para
cubrir tu corazón.
No acariciaste la debilidad en ti
a pesar de que estaba allí.
Tu coraje fue un pequeño carbón
que seguiste tragándote.
Si te salvó tu compañero
y murió haciéndolo
entonces su coraje no fue coraje,
fue amor; amor tan simple como jabón de afeitar.
Más tarde,
si soportaste una gran desesperación,
lo hiciste solo,
en tus venas corría el fuego,
quitándote la costra de tu corazón,
estrujándolo como un calcetín.
Después, hermano mío, espolvoreaste tu pena,
le diste un masaje de espaldas,
la tapaste con una manta,
y cuando durmió un ratito
despertó a las alas de las rosas
y estaba transformada.
Después
cuando llegues a la vejez y a su conclusión natural
tu coraje se mostrará en pequeñeces,
cada primavera será una espada que tú afiles,
aquellos que tú ames vivirán en una fiebre de amor,
y tú regatearás con el calendario
y en el último momento
cuando la muerte abra la puerta trasera
te pondrás tus pantuflas de felpa
y te irás.
Traducción de José Luis Reyna con algunas modificaciones de tiempos verbales -espero que no del todo desatinadas- mías.
Oh María, madre frágil,
escuchame, escuchame ahora,
aunque no conozca tus palabras.
El rosario negro con su cristo de plata
descansa, sin bendecir, en mi mano,
porque yo soy la incrédula.
Cada cuenta, redonda y dura, entre mis dedos,
es un pequeño ángel.
Oh María, permitime esta gracia,
este paso,
aunque yo sea tan desagradable,
hundida en mi pasado
y en mi locura.
Si bien acá hay sillas,
yo me tiro en el piso.
Solo mis manos están vivas,
al tocar las cuentas.
Tartamudeo palabra a palabra.
Una principiante; siento tu boca que toca la mía.
Cuento las cuentas como olas
que me martillan.
Me lastima su cantidad;
enferma, enferma en el calor del verano,
la ventana sobre mí
es la única oyente de mi ser incómodo.
Ella es la gran garantía, la aliviadora.
La dadora de aire,
al murmurar,
exhala desde sus amplios pulmones como un pez enorme.
Cerca, más cerca,
llega la hora de mi muerte
mientras me arreglo la cara, retrocedo,
me vuelvo inmadura y mi pelo se alisa.
Todo esto es la muerte.
En la mente hay un pasaje angosto que se llama muerte,
me muevo por allí
como a través del agua.
Mi cuerpo es inútil,
yace enroscado como un perro en la alfombra.
Ya se rindió.
Aquí no hay palabras, salvo esas que se entienden a medias:
"Ave María" y "Llena eres de gracia".
Ahora penetro en el año sin palabras.
Noto la entrada rara y el exacto voltaje.
Existen sin palabras.
Sin palabras toco el pan,
y reparto el pan
sin hacer ruido.
Oh María, tierna doctora,
vení con polvos y hierbas
porque estoy en el centro.
Es exiguo y el aire es gris,
como en un baño de vapor.
Recibo el vino, como un niño recibiría leche.
Presentado en una copa fina,
redondeada y de borde delicado.
El vino es de tonos vivos, rancio y secreto.
La copa se alza por si misma hasta mi boca,
y me entero de eso y lo comprendo,
solo porque ocurre.
Tengo miedo de toser,
pero no hablo,
miedo a la lluvia, miedo del jinete
que empieza a cabalgar dentro de mi boca.
La copa se inclina por sí misma
y me enciendo.
Veo dos lineas finas que bajan ardiendo por mi mentón,
me veo a mi misma como si estuviera viendo a otra.
Estoy partida en dos.
Oh María, levantá los párpados.
Estoy en el dominio del silencio,
en el reino del loco y del durmiente.
Hay sangre acá
y yo estoy sin comer.
Oh madre del útero,
¿vine solamente por la sangre?
Oh pequeña madre,
estoy en mi propia mente,
estoy encerrada en la casa errónea.
Versión: Isaías Garde
Anne Sexton - For The Year Of The Insane
A prayer
O Mary, fragile mother,
hear me, hear me now
although I do not know your words.
The black rosary with its silver Christ
lies unblessed in my hand
for I am the unbeliever.
Each bead is round and hard between my fingers,
a small black angel.
O Mary, permit me this grace,
this crossing over,
although I am ugly,
submerged in my own past
and my own madness.
Although there are chairs
I lie on the floor.
Only my hands are alive,
touching beads.
Word for word, I stumble.
A beginner, I feel your mouth touch mine.
I count beads as waves,
hammering in upon me.
I am ill at their numbers,
sick, sick in the summer heat
and the window above me
is my only listener, my awkward being.
She is a large taker, a soother.
The giver of breath
she murmurs,
exhaling her wide lung like an enormous fish.
Closer and closer
comes the hour of my death
as I rearrange my face, grow back,
grow undeveloped and straight-haired.
All this is death.
In the mind there is a thin alley called death
and I move through it as
through water.
My body is useless.
It lies, curled like a dog on the carpet.
It has given up.
There are no words here except the half-learned,
the Hail Mary and the full of grace.
Now I have entered the year without words.
I note the queer entrance and the exact voltage.
Without words they exist.
Without words on my touch bread
and be handed bread
and make no sound.
O Mary, tender physician,
come with powders and herbs
for I am in the center.
It is very small and the air is gray
as in a steam house.
I am handed wine as a child is handed milk.
It is presented in a delicate glass
with a round bowl and a thin lip.
The wine itself is pitch-colored, musty and secret.
The glass rises in its own toward my mouth
and I notice this and understand this
only because it has happened.
I have this fear of coughing
but I do not speak,
a fear of rain, a fear of the horseman
who comes riding into my mouth.
The glass tilts in on its own
and I amon fire.
I see two thin streaks burn down my chin.
I see myself as one would see another.
I have been cut int two.
O Mary, open your eyelids.
I am in the domain of silence,
the kingdom of the crazy and the sleeper.
There is blood here.
and I haven't eaten it.
O mother of the womb,
did I come for blood alone?
O little mother,
I am in my own mind.
I am locked in the wrong house.