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elaleph.com foros de discusión literaria
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Exidor Miembro Decano

Registrado: 26 Nov 1999 Mensajes: 14920
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Publicado: Lun May 01, 2006 20:02 Asunto: |
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En el final era el verbo
Como si fueran sombras de sombras que se alejan las palabras,
humaredas errantes exhaladas por la boca del viento,
así se me dispersan, se me pierden de vista contra las puertas del silencio.
Son menos que las últimas borras de un color, que un suspiro en la hierba;
fantasmas que ni siquiera se asemejan al reflejo que fueron.
Entonces ¿no habrá nada que se mantenga en su lugar,
nada que se confunda con su nombre desde la piel hasta los huesos?
Y yo que me cobijaba en las palabras como en los pliegues de la revelación
o que fundaba mundos de visiones sin fondo
para sustituir los jardines del edén sobre las piedras del vocablo.
¿Y no he intentado acaso pronunciar hacia atrás todos los
alfabetos de la muerte?
¿No era ese tu triunfo en las tinieblas, poesía?
Cada palabra a imagen de otra luz, a semejanza de otro abismo,
cada una con su cortejo de constelaciones, con su nido de víboras,
pero dispuesta a tejer ya destejer desde su propio costado el universo
y a prescindir de mí hasta el último nudo.
Extensiones sin límites plegadas bajo el signo de un ala,
urdimbres como andrajos para dejar pasar el soplo
alucinante de los dioses,
reversos donde el misterio se desnuda,
donde arroja uno a uno los sucesivos velos, los sucesivos nombres,
sin alcanzar jamás el corazón cerrado de la rosa.
Yo velaba incrustada en el ardiente hielo, en la hoguera escarchada,
traduciendo relámpagos, desenhebrando dinastías de voces,
bajo un código tan indescifrable como el de las estrellas o el
de las hormigas.
Miraba las palabras al trasluz.
Veía desfilar sus oscuras progenies hasta el final del verbo.
Quería descubrir a Dios por transparencia.
Olga Orozco |
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Sol Miembro Senior

Registrado: 26 Dic 2001 Mensajes: 4203 Ubicación: Argentina
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Publicado: Vie Jun 30, 2006 22:06 Asunto: |
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Olga Orozco
Olga Orozco fue invitada en agosto de 1991 a realizar una lectura pública en el Instituto de Cooperación Iberoamericano (ICI). Allí leyó este poema que pertenece a, "Desde lejos", su primer libro publicado. Agradecemos este material a la videoteca del Centro Cultural de España en Buenos Aires.
http://www.audiovideotecaba.gov.ar/areas/com_social/audiovideoteca/homenaje_es.php |
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Exidor Miembro Decano

Registrado: 26 Nov 1999 Mensajes: 14920
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Publicado: Sab Jul 01, 2006 00:22 Asunto: |
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¡Excelente Solcito! ¡muaks! |
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Exidor Miembro Decano

Registrado: 26 Nov 1999 Mensajes: 14920
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Publicado: Mie Jul 12, 2006 14:51 Asunto: |
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Hoy me hicieron recordar este poema de O.O. y me lo traje pal´foro:
La cartomancia
Oye ladrar los perros que indagan el linaje de las
sombras,
óyelos desgarrar la tela del presagio.
Escucha. Alguien avanza
y las maderas crujen debajo de tus pies como si
huyeras sin cesar y sin cesar llegaras.
Tú sellaste las puertas con tu nombre inscripto en
las cenizas de ayer y de mañana.
Pero alguien ha llegado.
Y otros rostros te soplan el rostro en los espejos
donde ya no eres más que una bujía desgarrada,
una luna invadida debajo de las aguas por triunfos y
combates,
por helechos.
Aquí está lo que es,lo que fue, lo que vendrá, lo que
puede venir.
Siete respuestas tienes para siete preguntas.
Lo atestigua tu carta que es el signo del Mundo:
a tu derecha el Ángel,
a tu izquierda el Demonio.
¿Quién llama?, ¿pero quién llama desde tu
nacimiento hasta tu muerte
con una llave rota, con un anillo que hace años fue
enterrado?
¿Quiénes planean sobre sus propios pasos como
una bandada de aves?
Las Estrellas alumbran el cielo del enigma.
Mas lo que quieres ver no puede ser mirado cara
a cara
porque su luz es de otro reino.
Y aún no es su hora. Y habrá tiempo.
Vale más descifrar el nombre de quien entra.
Su carta es la del Loco, con su paciente red de cazar
mariposas.
Es el huésped de siempre.
Es el alucinado Emperador del mundo que te habita.
No preguntes quién es. Tú lo conoces
porque tú lo has buscado bajo todas las piedras y
en todos los abismos
y habéis velado juntos el puro advenimiento del milagro:
un poema en que todo fuera ese todo y tú
-algo más que ese todo-.
Pero nada ha llegado.
Nada que fuera más que estos mismos estériles
vocablos.
Y acaso sea tarde.
Veamos quién se sienta.
La que está envuelta en lienzos y grazna mientras
hila deshilando su sábana
tiene por corazón la mariposa negra.
Pero tu vida es larga y su acorde se quebrará muy
lejos.
Lo leo en las arenas de la Luna donde está escrito
el viaje,
donde está dibujada la casa en que te hundes como
una estría pálida
en la noche tejida con grandes telarañas por tu
Muerte hilandera.
Mas cuídate del agua, del amor y del fuego.
Cuídate del amor que es quien se queda.
Para hoy, para mañana, para después de mañana.
Cuídate porque brilla con un brillo de lágrimas y
espadas.
Su gloria es la del Sol, tanto como sus furias y su
orgullo.
Pero jamás conocerás la paz,
porque tu Fuerza es fuerza de tormentas y la Templanza llora
de cara contra el muro.
No dormirás del lado de la dicha,
porque en todos tus pasos hay un borde de luto
que presagia el crimen o el adiós,
y el Ahorcado me anuncia la pavorosa noche
que te fue destinada.
¿Quieres saber quién te ama?
El que sale a mi encuentro viene desde tu propio
corazón.
Brillan sobre su rostro las máscaras de arcilla y corre
bajo su piel la palidez de todo solitario.
Vino para vivir en una sola vida un cortejo de vidas
y de muertes.
Vino para aprender los caballos, los árboles, las piedras,
y se quedó llorando sobre cada vergüenza.
Tú levantaste el muro que lo ampara, pero fue sin
querer la Torre que lo encierra:
una prisión de seda donde el amor hace sonar sus
llaves de insobornable carcelero.
En tanto el Carro aguarda la señal de partir:la
aparición del día vestido de Ermitaño.
Pero no es tiempo aún de convertir la sangre en
piedra de memoria.
Aún estáis tendidos en la constelación de los
Amantes,
ese río de fuego que pasa devorando la cintura del
tiempo que os devora,
y me atrevo a decir que ambos pertenecéis a una
raza de náufragos que se hunden sin salvación y
sin consuelo.
Cúbrete ahora con la coraza del poder o del perdón,
como si no temieras,
porque voy a mostrarte quién te odia.
¿No escuchas ya batir su corazón como un ala sombría?
¿No la miras conmigo llegar con un puñal de
escarcha a tu costado?
Ella, la Emperatriz de tus moradas rotas,
la que funde tu imagen en la cera para los sacrificios,
la que sepulta la torcaza en tinieblas para entenebrecer el
aire de tu casa,
la que traba tus pasos con ramas de árbol muerto,
con uñas en menguante, con palabras.
No fue siempre la misma, pero quienquiera que sea
es ella misma,
pues su poder no es otro que el ser otra que tú.
Tal es su sortilegio.
Y aunque el Cubiletero haga rodar los dados sobre
la mesa del destino,
y tu enemiga anude por tres veces tu nombre en el
cáñamo adverso,
hay por lo menos cinco que sabemos que la partida
es vana,
que su triunfo no es triunfo
sino tan sólo un cetro de infortunio que le confiere el
Rey deshabitado,
un osario de sueños donde vaga el fantasma del amor que no
muere.
Vas a quedarte a oscuras, vas a quedarte a solas.
Vas a quedarte en la intemperie de tu pecho para
que hiera quien te mata.
No invoques la Justicia. En su trono desierto se asi-
ló la serpiente.
No trates de encontrar tu talismán de huesos de
pescado,
porque es mucha la noche y muchos tus verdugos.
Su púrpura ha enturbiado tus umbrales desde el ama-
necer
y han marcado en tu puerta los tres signos aciagos
con espadas, con oros y con bastos.
Dentro de un círculo de espadas te encerró la crueldad.
Con dos discos de oro te aniquiló el engaño de
párpados de escamas.
La violencia trazó con su vara de bastos un relámpago
azul en tu garganta.
Y entre todos tendieron para ti la estera de las ascuas.
He aquí que los Reyes han llegado.
Vienen para cumplir la profecía.
Vienen para habitar las tres sombras de muerte
que escoltarán tu muerte
hasta que cese de girar la Rueda del Destino.
Olga Orozco |
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Exidor Miembro Decano

Registrado: 26 Nov 1999 Mensajes: 14920
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Publicado: Mar Jul 18, 2006 16:23 Asunto: |
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Una colaboración de arkanteos.
LES JEUX SONT FAITS
¡Tanto esplendor en este día!
¡Tanto esplendor inútil, vacío, traicionado!
¿Y quién te dijo acaso que vendrían por ti días dorados en años venideros?
Días que dicen sí, como luces que zumban, como lluvias sagradas.
¿Acaso bajó el ángel a prometerte un venturoso exilio?
Tal vez hasta pensaste que las aguas lavaban los guijarros
para que murmuraran tu nombre por las playas,
que a tu paso florecerían porque sí las retamas
y las frases ardientes velarían insomnes en tu honor.
Nada me trae el día.
No hay nada que me aguarde más allá del final de la alameda.
El tiempo se hizo muro y no puedo volver.
Aunque ahora supiera dónde perdí las llaves y confundí las puertas
o si fue solamente que me distrajo el vuelo de algún pájaro,
por un instante, apenas, y tal vez ni siquiera,
no puedo reclamar entre los muertos.
Todo lo que recuerda mi boca fue borrado de la memoria de otra boca;
se alojó en nuestro abrazo la ceniza, se nos precipitó la lejanía,
y soy como la sobreviviente pompeyana
separada por siglos del amante sepultado en la piedra.
Y de pronto este día que fulgura
como un negro telón partido por un tajo, desde ayer, desde nunca.
¡Tanto esplendor y tanto desamparo!
Sé que la luz delata los territorios de la sombra y vigila en suspenso,
y que la oscuridad exalta el fuego y se arrodilla en los rincones.
Pero, ¿cuál de las dos labra el legítimo derecho de la trama?
Ah, no se trata de triunfo, de aceptación ni de sometimiento.
Yo me pregunto, entonces:
más tarde o más temprano, mirado desde arriba,
¿cuál es en el recuento final, el verdadero, intocable destino?
¿El que quise y no fue?, ¿el que no quise y fue?
Madre, madre,
vuelve a erigir la casa y bordemos la historia.
Vuelve a contar mi vida.
Olga Orozco |
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leo..poco Miembro Semi-Senior

Registrado: 19 Oct 2003 Mensajes: 939 Ubicación: Detrás de la ventana.
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Publicado: Mar Nov 28, 2006 18:43 Asunto: |
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Hola,
llevaba tiempo buscando algún libro de O. Orozco con resultado: , cuando el otro día en un golpe de suerte -Diosa Casualidad, potra, churro, etc; llamadlo como queraís, - me di de narices con un ejemplar del libro de narraciones La Oscuridad es otro Sol. Prosa pero...¡vaya prosa!
Os dejo una muestra:
<<... Ahora estamos otra vez sobre el caballo. Avanzamos lentamente contra el viento, casi de costado, entre los sedientos remolinos. Va a empezar a llover. Están clamando por la lluvia estas mil bocas que lanzan en todas direcciones su aliento desolado. De pronto enmudecen, asombradas ante la súbita amonestación del relámpago. Se apaga y se enciende, colérico, amenazador. Aunque yo siga creyendo lo contrario, no es el resplandor de una puerta que se abre, se cierra y se abre de golpe para dejar entrever un interior deconocido, sorprendente, cuyo mismo fulgor nos enceguece y nos impide ver. No es una rápida concesión del milagro. Es más bien una manifestación admonitoria del vigía en los altos torreones, o un brillo de armas preparadas para el aniquilamiento. Rueda a lo largo de las graderías. A esta luz contemplo, absorta, los caramelos que el abuelo Damián me dio, como si los dejara en una rama, la primera vez que nos detuvimos, y que he mantenido apretados durante todo este tiempo sin advertir que el papel se ha desgarrado, que son caramelos y que tengo la mano pegajosa. Son perfectas piedrecitas opacas, rosadas, celestes y grises, con las irregularidades, los declives, los relieves de cualquier piedrecita que sólo se guarda para sentirse acompañado o para mirar a la luz y recordar. Tal vez éstas sirvan para no recordar. Deben ser dulces pero tristes, como cualquier recuerdo que se paladea antes de olvidar. Son el soborno para mi pena y mi miedo. Las contemplo en su humildad bajo otra luz, con una infinita compasión, con una piedad de miel cristalizada que me lastima la garaganta. Las veo tan desvalidas como yo. Porque nunca encontré en este mundo un objetro de trueque para mi pena o para mi miedo. Cualquier moneda de cambio los aumenta, porque cambia inmediatamente de valor; adquiere el precio de mi compasión a costa de mi desamparo, aun en los casos en que esa moneda lleva estampada la efigie de lo adverso. Estafas, venganzas, resentimientos, no compraron en mí más que un terreno de compasión donde crecen como locos los matorrales de otra pena y otro miedo, amparados por mi propio desamparo. Fundo estos dominios con estas piedrecitas insolubles, opacas, rosadas, celestes y grises. Edifico sobre ellas la morada de mi fortaleza y mi carencia, mientras la arena castiga sin cesar mis dos mejillas.
El caballo relincha, se alza en dos patas, sacude nerviosamente la cabeza, se resiste a seguir. Algo se acerca. Algo viene rodando por el camino sin ninguna rueda. Entre dos parpadeos del relámpago distingo una masa nebulosa. Es un inmenso organismo pardusco y espinoso, hecho de atmósfera y de agresividad. Avanza, liviano y vacilante, sin piel ni corazón, y por lo tanto aparentemente sin misterio. Pero pertenece al mundo de la repetición insondable, que crece por fuera; al mundo de la amenaza involuntaria y ciega, tal vez el más peligroso, porque la poderosa negación de la voluntad actúa desde todas partes, sin mostrarse. ¡Quién sabe desde qué distancia ordena que este emisario de la fatalidad emita una prolongación desde lo informe, que nos envuelva y nos incorpore como el agua, la sombra o una mancha! Y bien, que llegue, que nos invada, que nos convierta en otra adherencia idéntica al resto de su erizada nada. Caballo, anciano y niña seguiremos andando dentro de otra rueda de incontralada e irreversible fatalidad, cuyo centro continuará girando simplemente con las agujas del reloj hasta la absurda consumación del absurdo universo. Pero no; pasa rozándonos y sigue. Y seguirá creciendo en su aridez, agregando a su mole gigantesca otras moles idénticas, desenraizadas y sin un destino final. He conocido atroces instantes que se le parecían.
-Era un cardo ruso- dice sencillamente el abuelo Damián.>>
de Y todavía la rueda
Saludos...y a ver cuando cae otro golpe de suerte y encuentro algo más  |
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Exidor Miembro Decano

Registrado: 26 Nov 1999 Mensajes: 14920
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Publicado: Mie Nov 29, 2006 10:55 Asunto: |
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Excelente Leo! Creo que ese texto lo tuve a mano y lo dejé pasar por no tener la plata en ese momento y después desapareció. Cosas que pasan. |
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X Miembro Semi-Senior

Registrado: 05 Dic 2003 Mensajes: 152
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Publicado: Dom Dic 03, 2006 12:28 Asunto: |
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No sé si alguien ya lo escribió, pero:
De tedio me estremezco
!estoy leyendo a la Orozco! |
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Exidor Miembro Decano

Registrado: 26 Nov 1999 Mensajes: 14920
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Publicado: Dom Ago 12, 2007 10:11 Asunto: |
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Aunque Se Borren Todos Nuestros Rastros...
Aunque se borren todos nuestros rastros igual que las bujías
en el amanecer
y no puedas recordar hacia atrás, como la Reina Blanca, déjame
en el aire la sonrisa.
Tal vez seas ahora tan inmensa como todos mis muertos
y cubras con tu piel noche tras noche la desbordada noche del
adiós:
un ojo en Achernar, el otro en Sirio,
las orejas pegadas al muro ensordecedor de otros planetas,
tu inabarcable cuerpo sumergido en su hirviente ablución,
en su Jordán de estrellas.
Tal vez sea imposible mi cabeza, ni un vacío mi voz,
algo menos que harapos de un idioma irrisorio mis palabras.
Pero déjame en el aire la sonrisa:
la leve vibración que azogue un trozo de este cristal de
ausencia,
la pequeña vigilia tatuada en llama viva en un rincón,
una tierna señal que horade una por una las hojas de este
duro calendario de nieve.
Déjame tu sonrisa a manera de perpetua guardiana, Berenice.
Olga Orozco |
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Exidor Miembro Decano

Registrado: 26 Nov 1999 Mensajes: 14920
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Publicado: Sab Ago 15, 2009 12:28 Asunto: |
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La niña de la soledad
Se cumplen hoy diez años del fallecimiento de una de las mayores voces de la poesía argentina. Para recordarla y también a modo de homenaje, ofrecemos en estas páginas el exclusivo anticipo de un fragmento del prólogo que escribió Horacio Zabaljáuregui para “Relámpagos de lo invisible”, una antología de la obra de Olga que acaba de publicar el Fondo de Cultura Económica.
sábado, 15 de agosto de 2009
El estilo es el hálito que alumbra una senda en el lenguaje para siempre. Es el escenario de las apariciones y de las desapariciones. El estilo es el claro que se hace en el lenguaje para desplegar un friso de máscaras", es la voz que inscribe el mito propio, es ese jardín que se levanta en el reverso de los sueños.
El estilo es ese vacío inaugural, por el que el poeta se asemeja a un dios creador, buscando con su linterna entre las huellas de lo que no vuelve los designios del amor, los enigmas del tiempo y de la muerte, los sempiternos depredadores. Porque hay otro mundo, y está en el entramado de la memoria, en sus iluminaciones súbitas, en el laberinto del lenguaje.
A través de una docena de libros, Olga Orozco ha construido una de las constelaciones poéticas más originales de nuestra lengua, cuyos rasgos distintivos exceden las clasificaciones a las que son tan proclives los críticos literarios. En efecto, ubicada dentro de la generación del cuarenta, a menudo se la vincula al neorromanticismo por su sensibilidad y al surrealismo por su caudal de imágenes, sus elementos oníricos, por la presencia de lo mágico en lo cotidiano.
Si bien hay puntos de contacto con estas vertientes de la generación del cuarenta, la obra de Olga Orozco, con su ritmo oracular, de expansión contenida, de estructura rigurosa, presenta desde su comienzo un tono propio e inconfundible.
Así en Desde Lejos, su primer libro, se invocan y evocan las presencias tutelares: la madre, la abuela, el hermano muerto y el paisaje de los médanos y la casa. Allí está para siempre "la niña de la soledad, buscando entre la lluvia de las alamedas el secreto del tiempo y del relámpago".
Si en el primero prevalece el tono elegíaco, en Las Muertes, su segundo libro, aparece un cambio en el registro poético. Desfilan aquí aquéllos cuyo "destino fue fulmíneo como un tajo", una galería de muertes emblemáticas, la mayor parte de ellas tomadas de la literatura (Maldoror, James Waitt, Bartleby entre otras) o de las Sagradas Escrituras, como el "Pródigo", y que se cierra con la de la propia autora.
El tono poético da cuenta del gesto alucinado, de la impostura, de la ciega pasividad, del ansia del infinito o de la desolación del amor. Para estos fantasmas que componen el gran mascarón del mito hay "una furiosa ley sin paz y sin amparo".
Según Víctor Hugo, el creador que se asoma al promontorio de las tinieblas queda atrapado: "En ese crepúsculo distingue lo suficiente de la vida anterior y lo suficiente de la vida ulterior para tomar esos dos cabos de hilo oscuro y atar en ellos su alma...
"Se obstina en ese abismo atrayente, en ese sondeo de lo inexplorado, en ese desinterés por la tierra y por la vida, en esa entrada en lo prohibido, en ese esfuerzo para palpar lo impalpable, en esa mirada sobre lo invisible", y agrega luego:
"Guardar el libre albedrío en esa dilatación es ser grande. Pero por grande que uno sea, no resuelve los problemas. Abrumamos al abismo con preguntas. Nada más. En cuanto a las respuestas están ahí, pero mezcladas con la sombra. Los enormes contornos de las verdades parecen mostrarse un instante y luego vuelven a lo absoluto y en él se pierden".
En esta descripción de Victor Hugo es posible reconocer el clima poético de Los Juegos Peligrosos: en efecto, aquí el lenguaje se tensa en la interrogación de lo arcano, se "desgarra la tela del presagio", se leen las cartas del tarot y la carta astral. Cartas de navegación hacia la otra orilla.
Entramado de signos y señales que componen el anagrama del destino, la cifra del mundo, lo que ha sido, lo que es y lo que será. Pero el poeta desaparece en la palabra que enuncia, y sólo queda el hilo de su canto para recorrer el laberinto, para volver a unir, para remontar la caída y la memoria del origen. Allí, a tientas, la palabra es un eco de sí misma en la espiral de las correspondencias, en la ceguera de la página en blanco.
Este lenguaje de imágenes febriles, de resonancias oraculares, está presente en Museo Salvaje. Las vísceras, el sexo, la cabeza, los ojos, los pies son escudriñados para desentrañar su secreto. El motivo es el cuerpo de la poeta: ese continente de clausura y exilio, ese traje para el ritual de la contingencia, ciega esfinge, que es, a imagen y semejanza, siempre "otro".
Porque, como decía Lezama Lima, lo enigmático es también carnal. Entonces, el cuerpo aparece como límite y como microcosmos, uno y múltiple a la vez transmutándose en el lenguaje con el ritmo de las mareas.
Ritual del desdoblamiento que da paso a Berenice, la gata, el "tótem palpitante" con el que la poeta se identifica. En Berenice coinciden la acompañante cotidiana y la guardiana del umbral de las sombras. Es el animal tutelar que evoca la transmigración de las almas, las inefables genealogías del azar y el destino.
Este tono poético que se abre a "los vértigos del alma", a las súbitas iluminaciones y a la vastedad del abismo, se reconcentra a partir de Mutaciones de la Realidad: la deslumbrante corriente nocturna alcanza su delta. Se vuelve sobre las propias huellas para hacer del lenguaje la morada de la memoria, para sustraer las posesiones y los trofeos a "la sombra veloz del tiempo" y la urdimbre implacable de la muerte.
No se trata de hacer un balance sino de afirmar "la sede de la negación: / esta vieja cantera de codicias, / este inmenso ventisquero vampiro que se viste de luces con mi duelo". Metáforas como un vado para remontar el curso del tiempo.
Si bien la reflexión sobre la experiencia poética aparece en sus libros anteriores, a partir del poema "Densos velos te cubren, poesía", se vuelve una constante. Las palabras son ese puñado de polvo que apenas permite atisbar lo invisible, relámpagos que iluminan por un instante lo oscuro.
Pero enseguida lo nombrado se aleja, y sólo quedan fragmentos a la deriva, "sombras de sombras," como se las llama en "En el final era el verbo", o la pregunta final del poema que da título al último libro publicado por Olga Orozco, "cómo nombrar en este mundo con esta sola boca", cómo asir lo que encandila y atruena con esa red de ecos en la piedra.
Poesía que en este tramo del viaje interpela o se vuelve a veces invectiva contra la muerte y el tiempo como se observa en "Remo contra la noche" o en "Variaciones sobre el tiempo". La imagen del tapiz también es recurrente y da cuenta de lo que acecha en la matriz del destino, entramado al pie de la letra, encrucijada o lugar de paso que nos esperaba desde siempre.
Entonces es preciso desplegar los escenarios del tiempo, sus oleajes cambiantes: volver la mirada hacia el pasado para descubrir los signos del porvenir. Porque así opera la memoria, ese es su tempo: no es un friso de figuras inmóviles o un depósito de objetos perdidos sino el territorio de "las imprevistas alquimias". Así se preserva aquello que se sustrae a la fugacidad y a lo perecedero: "tu credencial de amor en la noche cerrada".
En "Cantata sombría", el poema que cierra La noche a la deriva, la muerte ya no es la instancia futura sino la intemperie cotidiana; frente a esta acechanza se vuelve la vista atrás y se acentúa la necesidad del inventario: "sé que ya no podré ser nunca la heroína de un rapto fulminante, /la bella protagonista de una fábula inmóvil [...] Se acabaron también los años que se medían por la rotación de los encantamientos" .
Así en esa mirada retrospectiva se consagra el mundo (al igual que la mujer de Lot, a la que se hace referencia en el último verso), esta orilla que la poeta se resiste a abandonar.
El tema del cuerpo aparece aquí también, pero a diferencia del fulgurante bestiario de Museo salvaje, aquél es el rehén sombrío, "el frágil desertor obligatorio, la humilde morada donde el alma insondable se repliega".
En el poema "El narrador", de En el revés del cielo, el cuerpo es comparado con un relato: es a la vez nudo y desenlace de la narración, encrucijada del deseo y peripecia del amor. Aquí también el cuerpo es concebido como opaco lugar de tránsito y como testigo del paso por el mundo en el que alienta un soplo de lo divino.
A esto se agrega la evocación del dolor en "Ésa es tu pena" o la vorágine del amor y su amargo desencanto en "El retoque final". Por esto es que En el revés del cielo es el testimonio del itinerario "de este lado" en la obra de Olga Orozco. Es, en cierto modo, donde se da cuenta más acabadamente de su "residencia en la tierra".
Inventario y recuento, decíamos, caracterizan este tramo de la poesía de Olga Orozco. El espacio poético es el territorio donde se contrabandean los trofeos que no se resignan ni al conciliábulo de las parcas, ni a los rápidos del tiempo.
Esta etapa alcanza su punto más alto, el más sombrío pero también el más lúcido en Con esta boca, en este mundo, su más reciente libro de poemas publicado.
"He dicho ya lo amado y lo perdido, /trabé con cada sílaba los bienes y los males que más temí perder." Es canción que exorciza pérdidas y olvidos.
Porque mientras que en "La cartomancia" se lee: "Y aún no es hora. Y habrá tiempo", aquí el devenir se ha vuelto muro, espacio de clausura. Se cierran los paraísos prometidos, las personas amadas se han ido: "la muerte se parece al amor /en que ambos multiplican cada hora y lugar por una misma ausencia". Estaba escrito en "La cartomancia": "Vas a quedarte a oscuras, vas a quedarte a solas".
Las cartas están echadas y no hay apuesta posible. "Se nos precipitó la lejanía." Esas reverberaciones en espiral del tiempo recobrado también van a dar a la mar.
Entonces, cabe la pregunta del final de "Les jeux sont faits", el poema emblemático del libro: "¿cuál es en el recuento final, el verdadero, intocable destino? / ¿El que quise y no fue?, ¿el que no quise y fue?"
¿Qué es lo que verdaderamente trama el laberinto del destino: el relámpago del deseo o lo que no abolió el azar? Así, el poema cierra con la invocación a la madre para que vuelva a fundar la casa y vuelva a contar la vida de la poeta.
Se trata, como bien lo señala Octavio Paz, de recrear el tiempo arquetípico, el tiempo original del mito. En el poema hay "un pasado que reengendra y reencarna. Y reencarna de dos maneras; en el momento de la creación poética, y después, como recreación, cuando el lector revive las imágenes del poeta y convoca de nuevo ese pasado que regresa. El poema es tiempo arquetípico, que se hace presente apenas unos labios repiten sus frases rítmicas".
Olga Orozco ha publicado dos libros de narraciones, La oscuridad es otro sol (1967) y También la luz es un abismo (1994).
En ambos la narradora protagonista es Lía, una suerte de alter ego, máscara infantil de la poeta que recrea el paisaje prodigioso de la niñez y los personajes del entorno familiar y cotidiano: las hermanas Laura y María de las Nieves, la madre, el padre, la abuela, Alejandro, el hermano muerto, a los que se agrega una corte de personajes excéntricos como Nanni, el cantor, la Reina Genoveva o María Teo, la bruja.
Ambos libros son un correlato de su obra poética, de ese espacio fundante de las apariciones y desapariciones antes mencionado. Son el retablo de lo maravilloso, de lo sobrenatural, de la revelación metafísica a partir del paisaje cotidiano.
Cabe señalar, sin embargo, que La oscuridad... está ligado a ese movimiento de despliegue, de apertura hacia los territorios del misterio, de la interrogación febril donde el yo poético realiza la metamorfosis de sus máscaras, que es característico de la primera etapa de la obra de la poeta.
Mientras que También la luz... se inscribe en esa segunda instancia de su producción, en la que prevalecen la contención, el repliegue y una actitud de recuperación del pasado contra la acechanza de lo perecedero.
En el primer libro, la memoria es un gran maelstrom, una corriente vertiginosa y fundante. Así, en "Había una vez", el relato que abre el volumen, se instala el uno, el que cuenta, uno caleidoscópico que es a la vez todos. Se recorta el tiempo como un espejo multifacético y el espacio es la gran corriente del lenguaje.
En la contigüidad de la lengua se abren infinitas puertas, en puro vértigo se cae "hacia el abismo del mismo cielo". En "Juegos a cara o cruz", el relato que cierra el libro, se presentan los rituales del extrañamiento, de la "otredad", como en el juego "de ser otra" y en el de "la invisible".
En el segundo, en cambio, podría decirse que la memoria, como el desierto, crece. Es "la desolación en forma de llanura".
Es la distancia que hace posible la evocación, la acumulación de pertenencias, de objetos y personas, recuerdos: Santa Bárbara bendita, escrita en el cielo con relámpagos y centellas, la nevada, la mujer del sol, la iguana a la hora de la siesta, la Lora, los gitanos, las siniestras muñecas de la María Teo y la chocolatera dorada y las figuras de arcilla y la casa errante como los cardos rusos a lo largo de toda la vida y la piedra talismán de la despedida y sigue la enumeración para salvar la distancia, para que todo sea próximo y conocido.
Porque seguirá "bañándose con todas sus pertenencias en el mismo río", "porque nunca podrá recuperar la inocencia por medio del olvido, porque una memoria indomable, ávida, feroz será su arma contra las contingencias del tiempo y de la muerte".
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La poesía de Olga Orozco surge del desgarramiento, de la ilusión entre el vacío y la plenitud, entre la elevación y la caída, entre la fascinación y la repulsión. Así se inscribe en esa corriente poética que iniciaron los románticos, que continúa con los padres malditos de la modernidad: Baudelaire, Rimbaud, Lautréamont, que abreva en las fronteras últimas de la inspiración, según los surrealistas, pero que también recoge la nostálgica ensoñación de Lubicz Milosz, la música secreta de los simbolistas, la venturosa transmigración del ángel de Rilke.
Poesía que se sitúa entre la aventura y el orden, según la divisa de Apollinaire. Nace de esa brecha, de ese punto ciego que la emparenta con la experiencia de lo sagrado y con el erotismo. Como señala Octavio Paz, hay en esa tensión, en ese movimiento "la nostalgia de la vida anterior que es presentimiento de la vida futura, que son aquí y ahora y se resuelven en un instante relampagueante".
Relámpagos de lo invisible es el recorte y el abordaje de esa constelación poética que no cede al torbellino de la palabra, ni a la fascinación del automatismo (allí la inspiración se parece a la esterilidad) sino que es consciente de esa exigencia profunda, la de Orfeo, por la que la sombra arrebatada a los infiernos es expuesta: a la luz plena de la obra.
Una obra que sabe lo que se pierde, lo que resigna a la sombra, lo que no vuelve. Allí se realiza esa tarea de transmutación a la que alude Rilke: "Somos las abejas de lo invisible.
Locamente libamos la miel de lo visible para acumularla en la gran colmena de oro de lo invisible. Nuestra tarea es impregnar de esta tierra provisoria y perecedera tan profundamente nuestro espíritu, con tanta pasión y paciencia, que su esencia resucite en nosotros invisibles".
El relámpago es la lámpara del instante según la etimología; es la sierpe, el trazo que en la superficie del cielo evoca, por un momento apenas, el laberinto en la tierra. Es el surco que labra en el lenguaje, es, como señalamos, el estilo que va tatuando en la lengua, el mito.
Por último, en estas líneas queremos dar cuenta de lo que provoca la lectura de los poemas de Olga Orozco: "ese estremecimiento inequívoco que son una invocación a la Diosa Blanca, la hermana del espejismo y el eco, la musa o madre de toda vida, bajo cuyos auspicios se encuentra el lenguaje mágico y original de la poesía".
Relámpagos de lo invisible es la celebración y el homenaje.
Que sea motivo.
Por Horacio Zabaljáuregui
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